Hoy no pude más que sentirme identificada con el pensamiento de una persona que aunque desde muy lejos, dejó un profundo impacto en mí. La frase versaba sobre dos creencias populares muy bien conocidas: Una vez que una cosa mala pasa, todos los eventos negativos de tu vida parecen surgir de una forma cruel y después de un gran evento negativo, comienzan a pasarte cosas buenas, como si la felicidad tocara tu puerta. El texto hacía mofa de la frase diciendo que ya que ella vivía en un edificio, esperaba que alguien tocara por el intercomunicador ya que sin la contraseña es imposible subir más alto. ¿Será esa la verdad detrás de todas nuestras esperanzas rotas? No veo otra opción, no creo ser la única que piense que todo el tiempo las oportunidades nos pasan de largo porque desconocen la contraseña adecuada y les es imposible subir a tocar nuestra puerta. La verdadera pregunta es: ¿Nosotros la conocemos? Si es así, ¿qué nos mantiene cautivos dentro, detrás de aquella puerta que nos separa del mundo exterior? Conocemos la forma de salir pero al mismo tiempo somos nuestros propios captores, nadie va a venir a sacarnos, nadie puede, sólo nosotros. Lo curioso es que la puerta no es la única salida. Existe una ventana. Para cada uno de nosotros la ventana es distinta, difiere tanto en forma como en tamaño. Creo que la mía tiene forma arabesca y le entra mucha luz. No sé cómo sea la ventana de las demás personas pero apuesto a que existe.
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