jueves, 9 de julio de 2015

"Cuerdas."

Corren tus manos cantarinas, entretenidas en las curvas de mi deseo.
Con un compás constante tus dedos me arrebatan notas agudas mientras una mano más lánguida aguarda expectante los sonidos que aquellos producen.
Tú permaneces tranquilo, escultor.
Enemistado con el silencio, lo enriqueces con ese vaivén tan gitano como pretencioso.
Oh, deliciosa caricia!
Pareciera ensueño mientras cierro los ojos, una vez y otra.
Sentada de espaldas sobre ti, recibo contenta el mensaje que depositas en mi vientre, soplándolo a través de mi cuello.
Observo la cálida luz que baña este encuentro, noche espesa de manto más nublado que ligero mientras escucho el tema con variaciones de amante núbil, ansioso y desesperado. 
Siento tus maneras torpes y tu respiración agitada, donde el contorno de mi intimidad se confunde con la curva de tu rodilla.
Envuelves mi ombligo con tus yemas arrancando el éxtasis de mis labios, apenas audible a través de la cobertura de otra mano más casta y menos experta.
Te adivino sonreír detrás de mi oreja, mover la cabeza al compás de los sonetos que aspiras de mis cabellos.
Rasgas mi garganta, arrancando suspiros enérgicos.
Me vuelves cielo, me conviertes en poesía.
Esta piel dura que tanto te anhela, canta para ti una música grave pero dulce como el despertar de una pasión bajo el viento susurrante.
Hombre despechado, atiende a mis súplicas. 
Recrea con tus dedos aquellos versos de tinta que yo permaneceré tiesa y erguida.
Quién viera tu expresión contraída, crispada, violenta; mientras me tocas, doliente de tu tango sensual.
Tragedia que escribes golpeando mi costado.
Cortejo de piel y vacío, huecos y riquezas.
Hombre y su guitarra.