Allá donde el río me lleva
dormida, me despiertan laureles, acariciándome la frente.
Siento que llamas mi nombre entre
la selva húmeda, pero mi mirada quieta no te escuchan vibrar entre el verde del
follaje.
Te espero sedienta, sumergida en
el cielo nocturno. Mi ajuar de luna y estrellas
tintinea en el frío. Me he vuelto blanca de tanta tristeza y temo que al
mirarme me desconozcas. Sé que cuando vuelvas, el sol entrará a mis mejillas y
a mis ojos que andan enloquecidos, vueltos hacia adentro buscándote en mi corazón.
Grita mi nombre desde lejos para que
los dioses suspiren y despejen las nubes del cielo hoy que me buscas en él,
amor mío.
No desprecies la espera, porque
únicamente el tiempo me llevará a ti; lo he visto pasar tantas veces que he
comprendido que mis horas son distintas a las tuyas.
Ahora lloro, en busca de que el
universo conmovido esculpa un río con mis lágrimas y te permita nadar hasta mí.
¿A dónde has ido? ¿Por qué te
escondes la mano dentro de tu pecho? No te abandones a la desesperanza, que en
aquel corazón tuyo que late, vive mi amor, incorruptible y expectante.
Allá donde me lleva el río lleva dormida; te espero hasta el día en que al cerrar los ojos, despiertes para siempre a mi lado.
Para siempre tuya,
C.